sábado, 17 de mayo de 2014

PERDÓN...

PERDÓN

Chica pelirroja de las miradas primero inquietas, luego ensombrecidas.

Perdón
por nunca haberte hablado bajo un halo eterno de luz blanca
o entre esos rayitos de sol que envuelven en calor los cuerpos
a veces asidos de fría soledad.
Me mirabas y mirabas,
nunca sostuve la mirada.
Eras la primera cuestión por la que necesitaba quedarme solo
en compañía de mis pensamientos, que eran en cantidad un hormiguero
que de todas las latitudes de la memoria
emergían.
Perdón
por quitarte cruelmente el aliento.
Te lo juro, luego me pasó a mí
y me quede sin un hilo de aire
en una vida de muertos vivientes y cadáveres adornados de cardos.
Chica desaliñada y febril, repleta de timidez, tanto como la mía
que fue tanta
que un atardecer de mayo pague el recibo de la muda sensación amorosa,
porque necesité que aparecieras envuelta en mil colores
para romper mi silencio de siete llaves sensibles del corazón. Pero
tú ya no volverías
y se quebró el alma de mi vida
de esa vez, para siempre.
Oh... perdón.




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