Si en el pasado cometí equivocaciones, hoy no me arrepiento porque gracias a ellas aprendí. Puede que hayan sido lecciones llenas de dolor, pero han dejado una huella tan profunda en mi corazón, que aprendí por instinto lo importante que es vivir con alegría y sin temor al fracaso, pues solo de esta manera se alcanza el verdadero éxito.
No he dejado de vivir en mi niñez. Quizá mi cuerpo se haya hecho más viejo y menos ágil con los años, pero hay algo que el tiempo no me puede quitar: la alegría que siento al observar los pequeños detalles que hacen que me sienta vivo. Una sonrisa, un abrazo, el apoyo de alguien. Todas esas cosas hacen que me sienta joven de nuevo.
Cuando te escuches reír a ti mismo, alégrate y de trata de conservar ese recuerdo, porque vas a necesitarlo más adelante. Puede que te haga falta durante esas horas oscuras en las que te sientas solo o decepcionado. Y en este tipo de ocasiones, es cuando más falta hace engañar a nuestras penas con una sonrisa. Aunque el corazón se esté derrumbando.
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