Iniciar un nuevo camino, clarificar metas, renovar esperanzas.
Aquellos que se han ido de esta Tierra han dejado mucho en mi. Semillas de sabiduría, brotes de una raíz poderosa que han crecido con el tesón de un germen sembrado en una tierra dura, gredosa, áspera, árida, con escasos momentos de aguas intensas que han aportado nutrientes y con épocas de sequía y viento....que alentaban a renunciar al esperado resultado. El embrión de toda esa sapiencia y erudición estuvieron siempre. Las condiciones para que se manifestaran como una planta en crecimiento siempre fueron contrarias, opuestas, desalentadoras.
Contra todo pronóstico la planta creció, pero no parecía capaz de dar frutos, se llenaba de hojas pequeñas que sin llegar a su adultez, amarilleraban y caían sin llegar a siquiera a dar una florcita que asegurara la semilla para otros futuras siembras, o al menos brotes. El arbusto se limitó a los cambios de estaciones anuales, deshojarse, renacer, estirar un poco las ramas junto con el tallo, tal vez un poco más grueso y eso era todo. Hasta que sucedió algo trágico: uno de los ejemplares más frondosos cayó fulminado por un rayo y la parte que pudo rescatarse le sirvió como injerto sobre su propio tallo, y el corte para el implante le dolió mucho, tanto que al principio el arbusto pareció resecarse y estar a punto de extinguirse también. Y a partir de una primera muerte , su follaje se hizo tenso, turgente, pero desordenado y fue una como mata, un poco sin forma, sin control.Pero luego la raíz, su base, su fuerza, su savia y su propia energía vital apretó con más fuerza porque llegaba el tiempo en el cual debía debía morir porque el árbol al cual le había caído el rayo, estaba conectado de tal forma que ésta parte de la cepa fue también afectado.
El anterior pequeño arbusto convertido en matorral se aferró con toda la fuerza de su savia a la parte más vital de la raíz, pero habiendo aprendido con el dolor del injerto en vez de marchitarse con tantas fuerzas opuestas, allí comprendió de qué se trataba la vida: no era transcurrir siguiendo las estaciones anuales hasta desaparecer.
EVOLUCIONÓ saltando etapas, fortaleciéndose, corriendo una carrera en contra del tiempo, para convertirse finalmente en el árbol que debía haber sido hacía mucho tiempo, aprendió que debía dar sombra siendo útil al entorno, que debía florecer y dar flores que dieran frutos, y que ésos frutos serían a su vez semilla en un nuevo ciclo.
Metáforas como para resumir la VIDA en su más alta expresión, casi lírica, casi mística...pero mucho más fácil de comprender dentro de su aparente ambiguedad...
Ahora, soy yo, yo y mi propio NOMBRE, y en ése nuevo renombrar hay nuevas responsabilidades, nuevas decisiones en soledad, sin el apoyo ni el consejo de quienes han partido cumpliendo su propia etapa en este espacio-tiempo que ya transitaron. Hablamos de una conexión entre intelecto, alma, y amor filial, en un vínculo muy positivo, sin confusión alguna con la de la dependencia emocional dañina.
AHORA soy yo, yo misma y nadie más, asumiendo mi madurez espiritual (si supe aprender de ellos),ejerciendo la grandeza de su tolerancia, de su generosidad, de su falta de EGOÏSMOS y de falsas e inútiles competencias, de su COMPROMISO y al mismo TIEMPO de su desapego, de su VALENTÍA frente a la vida y sus desafíos, de su SABER traído desde más allá de ésta vida, confundido por muchos con DEBILIDAD...
Ahora soy yo, como el árbol de la metáfora, dando flores y frutos, y semillas, que cada uno de ustedes, aquellos que me leen, otros que sólo observan, otros que tal vez tengan dudosas intenciones, de una u otra forma, se llevarán el germen y sin saberlo continuarán el ciclo...
Ahora soy yo...
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