Lo encontré entre dormido con los ojos cansados y sentado bajo esa vieja silla de roble… Una tenue luz mecía su somnolencia… Su cuerpo desnudo parecía contemplar la noche,… como la noche vigilaba su estancia. Mis pasos se hicieron susurros como murmullo era la voz recitando un poema que no había escrito pero gritaba desde mis adentros. Me acerqué temeroso, pero encendido por el tiempo que embriaga almas. Entre dormido me sonrió silente, y entonces me posé en su falda, y dos cuerpos desnudos se acercaron en la proximidad de las sombras… como se aproximan los labios en un beso, deseosos.
Permanecí en silencio, como amoldando mis atisbos al silencio de los miedos, mas mis manos fueron buscando las murallas de su pecho para saberme con vida. Y una metáfora se disparó de mi boca callada, al instante que sus manos tomaban mi desnudez entera. Turgente sus piernas se fundieron a las mías, turgente su hombría abrazó mis poesías. Y me perdí en letras jadeando rimas cuando me silenció esta prosa su beso encendido. Y sentí su fuego entrar en mis adentros, como látigo hendiendo heridas… como volcán vomitando deseos. Y sentí el torrente de su río navegar mis océanos dormidos, su faro anclado en el abismo de mi oleaje… su navío surcando mis profundidades hasta encallar en los muelles de lo desconocido.
Lo encontré dormido al poeta taciturno, pero los sentí perpetuo… en este rasgueo de sentires hechos versos. Y me volví eternidad porque fui poesía en la musa que me habita.
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