jueves, 27 de marzo de 2014

delicadeza...

delicadeza...

Con la delicadeza propia de la brisa cuando acaricia instantes… colocó la ajada sonrisa en el hueco de su memoria, estrujó la única lágrima que pendía de su presente antes de dormirse. El acartonado colchón a la intemperie de una vereda anónima, le arrebujó ese pernoctar cuasi vigilante al tiempo que las nocturnas reminiscencias acudían al llamado del silencio.

Era otro tiempo, otra vida lejana se tornaba presente en la mirada de sus ensueños… Una madre cocinando la cena, en tanto un padre contemplaba el periódico como esperando engullirse la vida entera. Y allí sentado a la diestra del que sabe de sustento… un niño con la sonrisa colgando de sus ojos. Y allí sentado a la izquierda de la que sabe parir almas… un niño con la esperanza hilvanando sus mañanas. Era otro tiempo, quizás un mero sueño de un pobre indigente durmiendo las inclemencias de su vida.

Con la premura del sol besando horizontes… despertó el paupérrimo inocente al infierno de una ciudad que lo ignora. Desarmó su lecho, cuarteado por el tiempo y la gélida humedad de la luna. Encontró algún trozo de pan petrificado en moho y sació su hambre… como sacia el dinero la codicia, un mero instante. Desenvolvió de papel tristeza la sonrisa resguardada, y se la colgó de su mirada respirando ternezas… Tal vez una lágrima rodaba en su mejilla, pero sus pasos desnudos y atestados de cansancio, aún caminaban. Tal vez un nombre sin nombre, vestido de anhelos en el desnudo destino que castigaba sus llagas. Muchas tal vez y solo una certeza… la pobreza es castigo para el que observa volteando la cara, en tanto es resistencia para el que jadea su putrefacto aliento… saboreando la mortecina desidia.



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