La bruma levanta temprano el frío de colinas abiertas en la pausa del monte donde los claros permiten las labores de los hombres, pastan salvajes la mansedumbre de caballos libres entre ajenos prados de tierras rendidas que reclama con el tiempo en el silvestre reclamo de silencios atendidos en la soledad de la naturaleza.
Las nubes cuelgan entre alturas de montañas el color cargado de opaco en lloviznas certeras al desplomar suave el rocío de sus aguas, la cálida mirada del alba despierta tierna las cansadas distancias del horizonte, la luminosidad clareada en derroches finos de intenso tono sacudiendo el reflejo de tímidos brillos esconde despacio las sombras que marchan sin remedio al cruzar el eco de la mañana.
Un arbolado agreste desprende sin prisa el ocre de ferrosas hojas manchadas de otoño, el campo las lleva al repartir viento en el soplo repentino alcanzando las fragancias de bosques cercanos que recuerdan el agradable sentimiento donde los sueños acercan ameno el nuevo día.
Ranchos quebrando siluetas tras el refulgente calor de lumbreras atravesadas desde el paso de los cielos, abrigando esperanzas entre horneados panes amasados en el amor donde el atento respeto refugia la soledad de las familias.
El silencio es tan fresco como el aire que se respira, olvida el pueblo el murmullo constante con los golpes de los ruidos entre las civilizadas ruinas de las ciudades. Caminos de largos pasos levantan polvo si descuidados marchamos en el apuro que quita la calma, ninguna piedra que apartar de la senda si el trabajo necesario alcanza el pan a la mesa, ninguna angustia si el hogar cobija el frío de las miserias, nada que temer si unidos amamos la familia.
La vida es la libertad del alma que educa el corazón de cada hombre donde arriesga ser por todo aquello que ama.
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