Descifrando el silencio
de las palabras
que perecieron en la pronunciación,
me siento derrotado
por la agonía de último intento
en el que quisieron ser
y no lo fueron,
me veo perdido,
como una diéresis perversa,
que con nocturnidad y alevosía
no resulta nada halagueña
y fuera de lügar.
Mientras
por la calle de la desidia,
vaga quebrada la palabra caída,
siguiendo su cruel camino
al destierro
del infierno de los -nomeolvides-
y mis lágrimas
secas
se pudren
con las raíces
del árbol muerto,
del sentido común,
y mi grito
mudo,
encuentra cobijo en el libro sin hojas
que fue apedreado
por filósofos monsergas
de Tales y Cuales,
que aburridos de ellos
masacraron la palabra hasta la saciedad,
la cual;
sólo quiso ser ella misma,
y llevada por su ingenuidad
terminó siendo vilipendiada
y maltratada
hasta límites insospechados,
¿qué más les puedes dar?
cuando todo se los diste,
¿qué más te quieren hacer?
cuando te jodieron lo que quisieron
y MÁS,
los pobres ilusos
que no sabían de tu poder.
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