VOLVER A SER NIÑOS
Uno malgasta la vida
luchando
y
corriendo
en pos de un espejismo
y
después de largo tiempo
cuando los años han transcurrido,
luego de haber llegado al cielo,
pasando por el limbo;
logramos darnos cuenta
que lo único incomparable
y
divertido,
es ser nosotros mismos
y
deseamos retornar de nuevo
a nuestro principio,
a ese inolvidable instante
en el cual dejamos de ser niños;
en donde se encuentra congelado
lo verdaderamente hermoso que vivimos.
Aunque tengamos comodidades
y
seamos inmensamente ricos...
jamás
volveremos a ser felices
como en la infancia fuimos
y
aunque muchas cosas materiales
nos faltaban...
compartimos como nunca
con nuestros amorosos padres,
sus cotidianas querencias
y
los oportunos mimos.
Aún existiendo escasez en el hogar
que fuera nuestro nido,
inolvidables son estos momentos de juegos
y
regocijos
que transformaron en tesoros
lo poco que tuvimos;
ya que llegamos a ser libres,
deambulando
igual que silvestres pajarillos,
recorriendo confiados por los campos
y
sus confines,
mugrientas las manos,
despeinado el pelo,
rotos los zapatos
y
enlodados los vestidos,
como inocentes churumbelos
y
otras veces...
siendo traviesos galopines,
ignorando el tic-tac de los relojes,
el mismo
a quien los adultos le rinden pleitesía
y
permanecen sumisos,
por culpa de las deudas,
del trabajo,
el cuidado de los hijos
y
los serios compromisos;
por eso la niñez
rodeada de pueriles travesuras
y
otras veces,
de cándida fantasía...
es un cúmulo de añoranza
y
alegría.
En esa etérea etapa
que subitánea se escapó...
también se fue la chispa,
la llama
y
la ceniza
de aquel primer querer,
camufladas
en la hojarasca del pasado
y
arrastradas
por los raudales del ayer.
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