AÑORADA GENITORA
Para mi estrella, sendero y bastión.
Añorada genitora
y
guardiana de mi infancia,
vademécum juvenil
a quien a diario consultaba
para mejorar mi proceder;
siempre fuiste mi inspiradora
al igual que mi papá,
para seguir la senda conductora
hasta la cima,
a donde al final llegué.
Tu enseñanza va conmigo
y
como un niño seguiré,
entregándole a mis hijos...
las bondades que heredé.
Mientras estuviste con vida
compartiendo con nosotros
las vivencias terrenales,
la casa
y
el yantar,
aunque hubiesen sinsabores
y
algunos desengaños...
fue plena nuestra existencia
disfrutando en familia
la dulzura de tus besos,
los placeres de tu entrega
y
el encanto de tu amar;
y
como éramos niños,
sabías de los cuidados
que debías prodigarnos,
los mismos que ameritan
unos pétalos de luna
y
las flores de fúlgido cristal.
Ahora que ya no estás,
hemos sido
asaltados por la zozobra de tu ausencia;
y
al partir nos dejaste un volcán
cuya lava incandescente
lacera
y
nos quema,
sin dejarnos reponer.
Después de haber vivido
la experiencia dolorosa
de tu viaje inesperado,
por la alameda sideral de las tinieblas,
huyendo de las dolencias
que a tu cuerpo doblegaron,
manteniéndolo sujeto
en el paredón del suplicio
y
el dolor.
Hoy sólo nos queda
resignarnos por un tiempo,
paliando nuestras penas
con la anestesia de tu amor.
Fue justo que acabara para ti,
el cruel martirio
y
las horas de agonía
que el cáncer te infligió;
sin importar
que a tus hijos les quedara
sangrante el corazón.
Ya ves que algunos de ellos,
de ti, ya se olvidaron
porque no necesitan de tu cuido
y
compasión;
lo que demuestra
que en vida siempre fuiste
la alacena de sus familias,
el sudario de sus angustias
y
al morirte, no les prestas
un servicio material;
y
recordarte
sería un desgaste sensiblero
y
según ellos...
una pendejada nada más.
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