El sol descansa tenue sobre los dorados campos acercando cálida la luz de los cielos, la brisa regresa fresca apretando abrigo en la soledad distante del horizonte. En un pasaje de remolinos, jugando sin apuros, los pastizales anchos despeinan sus finas hojas entramando en pinceladas el color opaco de los prados.
La fuerza del progreso ha dejado de empujar soltando crina al relincho apagado de la libertad. Las pasturas permanecen tiernas por cada bocado que envuelve sano la tranquila vida, corregida en la pausa de un destino olvidado, en el sueño demorado, por cada hombre que espera en descanso el trabajo de la paz.
Aislada granja dividida en la distancia de la lejanía, oxidan alambradas en púas dormidas trabajando en el esfuerzo por el pan de un día más. El viento cruje en las vencidas maderas del arqueado techo en la sombra del vaciado hogar, la vetusta chimenea esboza fina la humareda al calor de la hoguera, en un sereno recuerdo del amor de familia que un día razonó para marchar al intento de los días en la ciudad.
Corazón de alma herida en el padre de las soledades, aprendiendo sangre en los silencios que todos le pertenecían y entre lunas de noches oscuras se vuelve amargo el vino. Repitiendo lastimado que ha de echar al mundo para nunca más volver a ser golpeado.
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