sábado, 5 de abril de 2014
Desahogando ahogos en las noches...
Desahogando ahogos en las noches
que caben en vasos incontables
entre botellas que albergan
rebeldías líquidas hasta más no poder
al resguardo de estos bares sacros.
Fieles devotos de los excesos
congregación de almas
arrodilladas en la sal de la vida
pero de pie ante la barra que se erige
a veces como una versión
del muro de los lamentos y otras
como un improvisado confesionario
de iglesia donde el santo perdón
de los pecados se nos unge en la frente
desde las manos no santas de amigos
hermanos de diferente sangre compartida
en las venas de distintos cuerpos.
Este es el ritual donde se rinde tributo
a la pena, al festejo, a la derrota
o a la victoria de una sola manera.
Bailarines incansables
del rítmico vaivén de las palabras
batallando desde el verbo de la verdad
equilibristas suicidas en la cuerda floja
de la precaria existencia.
Siempre bien dispuestos
a la insanía de defender
como único credo: el ideal
sin mas armas que las utopías.
Mansos corderos y lobos hambrientos a la vez.
Incorregibles bebedores compulsivos
del elixir de los sueños
mineros dinamitando los límites
de una falsa moralidad que justifica las caras
de la hipocresía con sus dedos acusadores.
Señalar es una moda que nunca termina.
Y las horas nocturnas suelen quedar cortas
entonces se le amputa algún pedazo a la mañana
hasta que el cansancio nos dispersa
como fugitivos y huimos a morir
un rato en alguna cama después de agonizar.
Duelen los huesos cuando pagan peaje
al traspasar los umbrales hacia el descanso
y el despertar, ese es un regreso
que también duele.
Pero caminar sin rostro ni nombre
por las calles anónimas de la libertad
donde somos nadie y de nadie
invisibles aullidos audibles
que desatan nudos en los oídos ciegos de todos,
eso no tiene precio. Y eso es vivir.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario