EL ESPEJO
Sígame —decide de pronto levantándose de la silla, y dirigiéndose al baño que se encontraba a pocos metros de su espalda.
No entiendo, pero lo sigo.
—Ve estos espejos —dice mostrándome los tres compartimentos para asearse—. Párese aquí. Ahora en este. ¿Se ve igual? Y ahora en este. ¿Cómo se ve?
—Igual —afirmo tratando de encontrar algo extraño.
—Por supuesto que se ve igual, porque en el espejo está usted. Usted es el espejo, ¿comprende? Un día entré desprevenido y me encontré conmigo en el espejo, y no me gustó. Me vi envejecido, cansado. Con cara de resignación. Entonces me cambié a este espejo, y después a este. Pero mi cara seguía igual, y le aseguro que hubiera seguido igual en mil espejos más. Porque ese día comprendí. Algo tan simple, lo comprendí. Yo pretendía cambiar los espejos, sin darme cuenta de que el espejo era yo.
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